lunes, 6 de febrero de 2012

UN POCO DE PICOTEO LITERARIO.

Os cuelgo unos microrrelatos por aquí


Bon profit..


SALTO
Abrió los ojos. Tomó aire. Lanzó una fugaz mirada hacia abajo, Y no pudo evitar acordarse del rostro desfigurado de Juan. Su Juan. Tomó impulso y su cuerpo cayó hacia el suelo vertiginosamente. Mientras, su alma flotaba libre en busca de la de su amor. Entonces sintió un potente tirón en las piernas., la goma no se había roto.

DESPERTAR
Abrió los ojos, que parpadearon por la intensa claridad que envolvían la habitación. Poco a poco fue descubriendo sombras que inmóviles le rodeaban. Pequeños y fugaces destellos confundían su ya de por sí confusa visión. Las sombras se fueron haciendo nítidas y esos centelleos cesaron. En pocos instantes podía ver con total claridad la habitación del hospital. Al parecer la operación había sido un éxito.

LA PRISIÓN
Abrió los ojos pero seguía sin ver nada. Notaba como el aire volvía a entrar a raudales en sus pulmones. Una profunda tos le provocaba agudos pinchazos en el pecho. Una absoluta claridad le envolvía. Tenía el cuerpo entumecido. Con gran esfuerzo movió los brazos, pero apenas tenía espacio. Estiró los dedos y tocó la superficie que le aprisionaba. Madera algo rugosa. Usó el resto de sus escasas fuerzas para empujar la tapa que se cernía sobre él, que no cedió ni un milímetro. Entonces supo que así iba a acabar su  existencia. A oscuras, solo, sepultado en vida. Cerró los ojos.

EL ACABAR DE LOS SUEÑOS
Abrió los ojos y vio como todas sus ilusiones y todo su trabajo se desvanecían entre las llamas, que bailarinas lamían las paredes y los restos de los muebles del local que con tanto ahínco había levantado.

LÁGRIMAS
Abrió los ojos. Se secó con la manga las lágrimas que le humedecían las mejillas. Agotada sonrió a los rostros que le rodeaban. En sus oídos, un constante y rítmico martilleo le impedía escuchar la conversación de la gente. Fue entonces cuando escuchó un agudo llanto. De sus ojos volvieron a brotar lágrimas, como si de dos inacabables fuentes se tratara. Sintió un escalofrío que le recorrió de arriba abajo. Su pulso seguía agitado, aunque ya no sentía como si el corazón le fuera a explotar. Estiró los brazos y una -hasta hace escasas horas- señora desconocida le cedió a aquella pequeña criatura. La apoyó sobre su regazo y no pudo evitar que una lágrima cayera sobre la carita roja de su primer hijo.